APARTADOS

Mostrando entradas con la etiqueta adulto. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta adulto. Mostrar todas las entradas

lunes, 5 de octubre de 2015

Un Pacto para Vivir

Me pongo Mith, de los Beach House. Y me tumbo en la cama. Y miro hacia el techo. Pero no lo veo. Es decir, dirijo la mirada hacia allí pero en mi cabeza no aparece una pared blanca de textura rugosa. Porque me pongo a pensar en el mar. Justo, lo que le ocurre al protagonista en La Gran Belleza (2013). Sólo que en la película la magia del cine permite al espectador saborear la delicada sensación de estar literalmente tumbado en la cama mirando las olas del mar. ¿Alguna vez te he dicho lo mucho que adoro el cine? ¿Las sensaciones bellas que me produce cuando exploro otras vidas o vivo cuentos ajenos? 



Seguramente te lo he dicho ya. Y seguramente tú has asentido sin demasiada ansiedad, pensando que me gusta el cine como a cualquier otra persona con inquietudes y que tampoco soy para tanto por mucho color que le de a mis vivencias o historias. 


Pero bueno, lo que te venía diciendo es que me pongo Mith de los Beach House. Y miro hacia el techo y empiezo a pensar. Pero no pienso por pensar. Pienso por concluir. Porque me he venido encontrando con muchas preguntas que he visto necesario pararme a pensar y responder con palabras concluyentes y cerradas que dieran por satisfechas las cuestiones. Y así dejar paso a nuevas y tediosas auto-consultas acerca de la fe, el color blanco de los pasos de cebra o tu lengua en la punta de mi nariz.

Por todo esto, por las preguntas con las que me codeo últimamente en mi cabeza cuando me tumbo en la cama y escucho a los Beach House, te crees que no te hago el caso suficiente. Y puede que tengas razón. Pero es que de pequeña, cuando tenía una decena de años, algún adulto me enseñó a reflexionar primero sobre las cosas importantes, como pensamientos, sentimientos o metas. Y después ya seguir con la vida más terrenal y tangible de los amigos, los besos y los partidos.

Así que la culpa es de alguno de esos adultos que me enseñó a darle prioridad a lo mío ante el resto de personas o de cosas, como tú. Sin embargo deberías estar tranquilo. Puesto que a pesar de todo lo que te acabo de contar y de todo lo que puedas pensar al escuchar estas palabras, tú entras dentro de esas preguntas que me hago a mi misma y que con apremio necesito responder. Por lo que tampoco eres tan terrenal o secundario como te parecía al principio. Por esta razón cuando creas que no te hago caso o que no estoy contigo, has de recordar que estás siempre dentro de mi cabeza. Porque te pienso y te hago parte de mi mundo interior junto al resto de cosas que me parecen importantes de reflexionar. Algunos ejemplos de esto, además de los que ya he dado, podrían ser los cielos nublados (en general, sí), la vida contemplativa o la economía de subsistencia. Estás tú. Así escrito con las letras de tu nombre: té, ú, tú. 

Ando pensando sobre la película preciosa que he visto, o lo que supondría un gran golpe de suerte como ganar un concurso de personas que aprenden, y de repente asaltas tú los pensamientos y preguntas. Y me veo obligada a pensarte, a acariciarte con mis pensamientos y a peinarte un poco porque de tanto moverte te has despeinado. 

Como digo, estate tranquilo. En el próximo Pacto para Vivir que establezcamos presentaré una solicitud para convalidar tus quejas sobre hacerte caso con mis pensamientos sobre tí, que estarán a una escala 1:23.


Si no lo has entendido te lo vuelvo a repetir: