APARTADOS

Mostrando entradas con la etiqueta decisiones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta decisiones. Mostrar todas las entradas

martes, 19 de enero de 2016

Que me voy

Si sopesáramos las decisiones sentados en una mesa, juntando las manos bajo la barbilla y mirando al vacío, te aseguro Cigarrita, que no nos lanzaríamos ni a la mitad de aventuras.

Por otra parte, evitaríamos también un gran cúmulo de fracasos a los que a veces estamos destinados en el mismo momento en que los ojos nos brillan, la cabeza dice no y el corazón sí ante las estúpidas e innumerables ideas a las que nos arrastra la vida.

Pero Cigarrita, ¿qué sería de nosotros sin nuestros chichones? Las tiritas cubriendo heridas, el corazón amoratado, el cerebro envuelto en paños de paciencia. 

No me he sentado ni un momento a meditarlo. Es que no puedo. Hay cosas que no se pueden. Simplemente suceden. No sé quién me dijo una vez que no podía dar respuesta (ni siquiera una respuesta ilógica) a todos los acontecimientos. 

Pues bien, ahora lo entiendo. Este es uno de ellos. 

Ha sucedido. Me ha sucedido.

¿Cuánto tiempo? ¿Cómo será el balance? ¿Qué pierdo? ¿Qué ganaré? Imposible saberlo. Y doy gracias.

Las dudas me asaltan. Vienen por detrás, me empujan por un lado y otro. Me esperan en la cama. En el sofá, ¡en la bañera! Lejos quedaron aquellos momentos en los que se dignaban a llamar al timbre y yo podía decidir si les abría mi puerta o no. Ahora se abalanzan. Me están mirando como escribo este texto.

De verdad te lo digo, Cigarrita, que somos más dueños de nuestros destinos de lo que nos creemos. 

Pero eso no quiere decir que podamos impedir o provocar el devenir

martes, 4 de agosto de 2015

Sobre las decisiones importantes



Esas decisiones que yo siempre pongo en manos de una moneda. Porque es así. Gane o pierda habrá sido menos por mi culpa y más por causas del azar, de los empeños de otro por que las cosas salieran de una determinada manera. 

Me llamarán cobarde. Y tendrán razón. Soy de las que no se tira a la piscina cuando el balón está flotando en el centro y es de noche y hay que recoger el jardín porque va a hacer aire y queremos mantener en nuestra propiedad la pelota de plástico. 

Soy de las que cuando me llamas, espera a contar hasta siete para comprobar tu insistencia en saber de mí, y si aún no has colgado, descuelgo yo. Y ahí estamos separados o unidos por un cableado que hace que nuestras voces se unan a pesar de que la distancia que he de recorrer hasta tí parece bastante más lejos de lo que suena tu voz ahora mismo. 

No soy nada metódica en la mayoría de las cosas. Cuando me pongo perfume lo echo por todas las partes alrededor de mi cabeza, donde caiga. Y sin embargo cuando la veo a ella ponérselo detrás de las orejas y en las muñecas, hago lo mismo como si de esa manera pareciera más dulce y suave, justo como lo es ella. 

Quiero parecer más frágil (de lo que soy), que la gente me vea y tenga ganas de cogerme en brazos y dejarme reposar en algún lecho de hojas y paja. Como ocurre con las princesas que no saben hacer nada por ellas mismas y todos las quieren y les mandan besos. A mi no me mandan besos porque sé hacerlo todo, porque nadie me lleva a ningún sitio más que mis pies. Sería más fácil si nadie supiera lo que soy capaz de hacer. 

Es un vaivén de ideas este que tengo aquí dentro, y cuando pueda entre-tejerlas y contaros mi historia, que es muy normal pero es mi historia, encontraréis un pequeño secreto que os ayudará a entender el por qué de muchas cosas. Porque las monedas sólo tienen dos caras, es porque sólo hay dos posibilidades en esta vida. Una es seguir corriendo y la otra retroceder hasta el principio de todo. Y lo que ocurre después es algo que nunca sabremos, ni vosotros, ni tú ni yo misma. Hasta que no haya lanzado la moneda y haya esperado con impaciencia que una cara se apoyara contra la mesa y la otra  me mirara y se concentrara en copar mi atención.