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sábado, 16 de abril de 2016

Mar de lo que seremos

Me produce un placer indescriptible escuchar la lluvia de la cama. El olor a mojado, las gotas que caen de los tejados y hacen ruido en las tuberías. 

Me acuerdo del pueblo cuando llueve. Las cuestas llevando litros de agua calle abajo, y el reguero de agua llevando palos, papeles y recuerdos de niños y niñas que aún juegan en la puerta de su casa a atrapar lagartijas o hacer pasteles con tierra. 

El olor me produce una sensación de cariño, de melancolía buena. Es la más pura idea de hogar. Sentir que llueve allá fuera, pero no aquí dentro. Dentro está seco. 

La lluvia también me brinda la posibilidad de sentir la limpieza. Se va lo malo, la suciedad, lo movible. En las calles solo queda lo indispensable. Las farolas, los bancos bajo ellas. El adoquín vuelve a tener sus ranuras por las que se colarán las lágrimas, los cafés derramados y los meados de los perros y hombres callejeros.

Y dentro de mí los pensamientos malos también se deslizan y se marchan, junto al reguero de agua, a pelear por un hueco entre las alcantarillas. Llegarán al mar, donde me acabaré juntando con ellos. Pero aún queda mucho para eso. 

¡Hablemos de cosas sencillamente perfectas! Como una gota de agua. El sabor que el cigarro obtiene cuando la punta mira a través de una ventana que llora al otro lado. 

Hablemos del rouge de tus labios cuando vienes y me cuentas muy bajito lo que te gustaría hacer conmigo mientras allá fuera llueve. 

Oh Dios, como adoro la lluvia. Desde la cama. Poniendo un olor húmedo a los recuerdos, e imaginado lo que vendrá (y se acabará yendo), 

Con las próximas lluvias.


jueves, 15 de octubre de 2015

Y.YO

Te lo cuento corriendo y me voy, es que tengo mucha prisa,
por dormir.

He estado revisando los últimos episodios de mi vida, y:
me halaga compartir contigo la noticia de que he encontrado a la Belleza.

La sutil, fraudulenta, efímera, trasnochadora, febril, y extremadamente frágil Belleza.


Me, Earl, and the Dying Girl (2015)

Y antes de hacer comparaciones o símiles para que lo entiendas, me limitaré a contarte que la he encontrado en los espacios más silenciosos y expectantes que puedas imaginar. El otro día, sin ir más lejos (no me gusta irme lejos así como así), estaba sentada en una cómoda butaca cuando, de repente, sin ningún tipo de aviso, ¡pum! me di de bruces con ella. 

No podría describirla, pues de eso mismo se trata. Es imposible de reproducir o retratar, es una mota de polvo púrpura que se ve a ciertas horas de  la mañana en el reflejo que hacen los rayos de sol que se cuelan por las rendijas de la persiana en el armario de mi habitación. No dura ni un parpadeo.

Pero yo la vi. 

Eran dulce, tan sumamente frágil y sonriente. Como si no le importara su condición, porque ser la Belleza está por encima de cualquier aspecto trivial o tangible.

No puedo decir que me enfrenté a ella. Simplemente le sostuve la mirada, la elevé con todo mi ser hasta lo más alto que se puede llegar cuando de un alma se trata. De verdad que es indescriptible. Una de las espléndidas calamidades que esconde la naturaleza a los ojos vagos y desamparados por lo mundano. 

Y la bebí. Me bebí a la Belleza.Me empapé de ella por dentro y por fuera. O fue ella quien me bebió, quién sabe. 

Pero nos fundimos en una sola idea, un único concepto. 

El de YO.