Yo no he dejado de acordarme ni un sólo día.
Ni una sola noche.
Mi melancolía me engaña. Me envía recuerdos imborrables. Brillantes. De sonrisas y abrazos, de olas y memorias en común.
Mi razón habla y habla. Nadie le hace caso.
No hay manera de olvidar. No hay manera de asumir.
Es este maldito estado de urgencia en respirar y ver el recuerdo de la exhalación.
Pero sin haber vivido la inhalación terriblemente larga del suspiro.
¿Y a ti qué demonios te pasa? ¿Por qué no te da pena? ¿Por qué no me ves? ¿Por qué?
Como pudimos compartir algo en común, si ni siquiera en lo más esencial nos une nada. Apenas un hilo de pescar, que se enreda. Y mata.
Muertos, estamos muertos.
Y yo no puedo enterrar el olvido. Y sobrevivo con la melancolía de los días.
Mientras tú creas recuerdos con otra. A quién tampoco harás saber lo poco que la echarás de menos.
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Salud, hermanos. Por la gente que se necesita. Sin saberlo.