APARTADOS

Mostrando entradas con la etiqueta ganar. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ganar. Mostrar todas las entradas

martes, 4 de agosto de 2015

Sobre las decisiones importantes



Esas decisiones que yo siempre pongo en manos de una moneda. Porque es así. Gane o pierda habrá sido menos por mi culpa y más por causas del azar, de los empeños de otro por que las cosas salieran de una determinada manera. 

Me llamarán cobarde. Y tendrán razón. Soy de las que no se tira a la piscina cuando el balón está flotando en el centro y es de noche y hay que recoger el jardín porque va a hacer aire y queremos mantener en nuestra propiedad la pelota de plástico. 

Soy de las que cuando me llamas, espera a contar hasta siete para comprobar tu insistencia en saber de mí, y si aún no has colgado, descuelgo yo. Y ahí estamos separados o unidos por un cableado que hace que nuestras voces se unan a pesar de que la distancia que he de recorrer hasta tí parece bastante más lejos de lo que suena tu voz ahora mismo. 

No soy nada metódica en la mayoría de las cosas. Cuando me pongo perfume lo echo por todas las partes alrededor de mi cabeza, donde caiga. Y sin embargo cuando la veo a ella ponérselo detrás de las orejas y en las muñecas, hago lo mismo como si de esa manera pareciera más dulce y suave, justo como lo es ella. 

Quiero parecer más frágil (de lo que soy), que la gente me vea y tenga ganas de cogerme en brazos y dejarme reposar en algún lecho de hojas y paja. Como ocurre con las princesas que no saben hacer nada por ellas mismas y todos las quieren y les mandan besos. A mi no me mandan besos porque sé hacerlo todo, porque nadie me lleva a ningún sitio más que mis pies. Sería más fácil si nadie supiera lo que soy capaz de hacer. 

Es un vaivén de ideas este que tengo aquí dentro, y cuando pueda entre-tejerlas y contaros mi historia, que es muy normal pero es mi historia, encontraréis un pequeño secreto que os ayudará a entender el por qué de muchas cosas. Porque las monedas sólo tienen dos caras, es porque sólo hay dos posibilidades en esta vida. Una es seguir corriendo y la otra retroceder hasta el principio de todo. Y lo que ocurre después es algo que nunca sabremos, ni vosotros, ni tú ni yo misma. Hasta que no haya lanzado la moneda y haya esperado con impaciencia que una cara se apoyara contra la mesa y la otra  me mirara y se concentrara en copar mi atención.