APARTADOS

Mostrando entradas con la etiqueta escondite. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta escondite. Mostrar todas las entradas

miércoles, 20 de enero de 2016

"La Idea Salvaje"

Estamos en el bosque. No en el de Carlos Sadness. No en el de la Pobla.

Hay más árboles. Más altos. Las luces del sol se cuelan entre las altísimas ramas y al mirar hacia arriba nos cegamos antes de llegar a visualizar las copas verdosas y puntiagudas. 

Estamos jugando a pillar, o quizás al escondite. Yo corro tras los árboles. A veces, con sigilo, me giro y miro de reojo hacia atrás, para buscarte y moverme hacia otro árbol estratégicamente preparado para esconderme de ti.

Tú paseas con calma, no tienes prisa. Sabes que en algún momento pisaré una rama y el chasquido te guiará hacia mí. Me saldrá el pelo por detrás de algún tronco. Estornudaré. Sea lo que sea, cometeré un error y tú llegarás. 

Pero no me canso, no fallo. No me doy por vencida. Mientras paseas sin parar, yo merodeo a tu alrededor. A veces me escondo por detrás. Otras, algunos troncos más adelante. Si me canso de correr y me pongo nerviosa, junto los brazos al pecho y los estiro hacia abajo. Me quedo sin respirar tras el tronco más escondido para que no me escuches jadear. 

Tú sigues caminando, impasible. Parece que ni siquiera ya juegas. (¿Juegas?). 

No miras más que al frente. No agudizas el oído. No demuestras una sonrisa pícara. Entonces me quedo pensando, si es que ya no juegas. Ya no me quieres encontrar. Quizás debería esconderme de verdad, y no merodear a tu alrededor. Sino irme. Irme lejos. Correr tanto como mis piernas me permitan. Traspasar el bosque. Huir de tu mirada. Hacer sonar todas las hojas secas del suelo. Chafar los charcos. 

Deslizo mi espalda por el tronco tras el que me escondo y me siento con cautela en el suelo. Apoyada contra el árbol. La humedad del suelo me sube por las pantorrillas, el culo y la espalda. Doblo las rodillas. Ya casi estoy en el suelo. 

Debería irme. Ya no me buscas. Me hago la coleta. Me pongo triste. 

Tras unos segundos de duda, me levanto del suelo. El culo aún mojado.
Separo la espalda del tronco. Me giro, dispuesta a correr. Hacia el otro lado del que estés.

Y entonces apareces tú con tu cara: 

¡Pillada!