APARTADOS

Mostrando entradas con la etiqueta amistad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta amistad. Mostrar todas las entradas

martes, 23 de agosto de 2016

Lazuli

Pongamos que de fondo sonaba Los Invisibles, de Ismael Serrano. 

Para invisibilidad la nuestra. En medio de una cierta oscuridad, cómplice de nuestras conversaciones y vicios, ha irrumpido una Luna tan bella que la conversación se ha detenido y nos hemos puesto a contemplar el momento ese que no iba a volver. La Luna ascendiendo, lenta y gigante. Las olas más ruidosas que nunca en nuestros oídos, y esa canción de fondo que no paraba. 

U contaba anécdotas, como cuando fue a celebrar la Navidad con su hermana, el año en que ella trabajaba de camarera en un restaurante a orillas del mismo mar que ahora contemplábamos. Hizo  un picnic con la mamá de ambos, acompañando en las sombras a su hermana e hija el día más cálido del año, a pesar del frío de afuera. 

L hablaba también de como ella y su hermano se escondían a horas intempestivas en el armario de la habitación grande a ver en una pequeña tele su serie favorita. Sus papás nunca sabrán la razón de los bostezos de ambos niños todos los jueves a primera hora.

Solamente el hilo de voz del narrador y el estruendo de risas de a continuación rompían aquella atmósfera que el oleaje había creado.  

Yo he recordado momentos en los que hubiera deseado vivir éste. 


lunes, 10 de agosto de 2015

A Carlos Cervera.

Me está costando, y me costará asumir que te has ido a ese otro lugar donde, por otra parte, todos llegaremos antes o después.

He recordado muchas cosas estos dos días. Imposible no hacerlo. Han venido a mi muchos momentos y recuerdos de otras épocas donde yo era una niña de ojos tristes espigada con muchas preguntas que nadie me respondía.

He recordado un día de primavera en Tarragona. Jugamos un torneo que seguramente debimos ganar, aunque nunca recuerdo ese tipo de cosas. Nos llevasteis a Telepizza y yo fui la que más cachos se comió. Mi plato estaba lleno de bordes, once o doce. Tú alucinabas riendo y cuando llegó mi madre le contaste mi proeza. Ahí ya tenías el bigote canoso y seguramente también la pitillera bonita plateada que formaba parte de tu ritual de fumar.

De hecho podría recordarte en pitillos. El cigarro de cuando salíamos al descanso de los partidos del senior, (da igual de qué temporada, todas eran más o menos igual y nosotros estábamos en todas sin rechistar).

El cigarro de cuando ganamos un intersector, o el que te hiciste una vez que paramos a mitad viaje en un torneo que habíamos alquilado un microbus y todas estábamos como locas cantándote  y tú sonreías porque lo que más te gustaba era vernos contentas (eso y que ganáramos partidos).

También recuerdo el primer día en que bajé a la pista de Grapa, me puse a tu lado y comencé a mirar a las niñas pequeñas y a copiar como las corregías para aprender a hacerlo yo también. Ese día fue la primera vez que alguien me consideró entrenadora, y fuiste tú. La verdad es que esto lo tengo en cuenta ahora, pero me había pasado desapercibido: gracias a ti soy entrenadora. O he sido, al menos. Ahora no sé qué soy.

La verdad es que una parte de mí espera que pases con tu mochila de cuero, tu cuerpo ligero y la camiseta fea del Nou (la antigua del conejo) por la calle de Grapa. Diciendo que vas "a ver un rato un partido y te vas", aunque vas a ver todo el partido y a que la gente te pregunte que qué piensas sobre lo que está pasando. De pie ahí, en un rincón, junto a la máquina. Murmurando cosas con mala leche.

Què juguem, en el meu cap?? Lo decías así, con la coma en ese lugar exacto. Y te ponías el chaleco negro tan elegante para los partidos, los demás parecíamos (éramos) unos principiantes a tu lado.

Éramos les teues xiquetes. Y el día que nos dijiste que no nos ibas a entrenar más me enfadé tanto que me fui corriendo al vestuario y me miré la cara de enfado en el espejo. Me pareciste un egoísta. Por dejarnos. Qué cosas pensamos cuando somos niños.

Podría recordar mil recuerdos en forma de cigarros. Antiguos y modernos. Tus mil caras y toda esa grandeza que tenias escondida tras tu aspecto de reguñón intransigente.

Pero me da pena y voy a acabar de escribirte. La iglesia hoy estaba demasiado callada. Yo tenía ganas de gritar. Primero que no te fueras.

¡No te vayas!

Y después, una vez asumido el hecho de que te estabas quedando en cada vez menos hasta que al final has desaparecido, te quiero gritar que te quiero. Que te voy a echar de menos aunque sea así, en la lejanía que hay entre el mundo de los vivos y el de los que vuelan.

Y que como yo, mucha mucha gente va a llorarte  y a recordarte tanto que va a parecer que no te has ido.

Un fuerte aplauso para ti, paCharli. Padre, mentor, entrenador y compañero. Nunca te olvidaré mientras dependa de mi.  Descansa y saborea la victoria de saber que serás inmortal en esta tierra.

El Basquet te llora. Y yo también.