Instrucciones: Deja de bloquear lo que no puedes, fluye y vive la muerte
Como ya se había hecho extrañamente habitual
entré en la meditación,
como un zambullido.
Un pique sin salpicar,
estar y ya no estar.
El cuerpo se endurece y parece una costra
en cualquier minuto se caerá a trozos.
Y deja de existir.
En esta ocasión no había dibujos,
imágenes o fotogramas.
Sólo una luz.
Una luz cada vez más cercana,
pero engañosa.
No era posible alejarse de ella,
mantener la distancia, bloquearla.
Intentaba apartarla pero volvía a aparecer frente a mi.
Y quemaba. Quemaba.
La voz de Ella me decía que la mirara de lejos
y aplacara el miedo con espacio.
Pero no podía,
la bola de fuego no se alejaba,
y yo no la podía controlar.
Así que me dijo: Entonces, entrégate.
"Entrégate"... resonó en mi cabeza.
Me adentré en la luz.
Y quedó la nada. Unas pocas ondas sacudiéndose,
y el exquisito vacío, el color mate de la vacuidad.
No sé cuántos minutos después de entender
que no soy menos ni más que otro
engranaje-más de este entretejido universo,
aparecí en un espacio cerrado.
Un espacio caliente, a resguardo de la luz
(¡de la luz! quién sabe qué fuego esconde)
a resguardo del mundo
Sólo una piel sobre mi piel
Mi cuerpo de-formado.
Y
"Vamos volviendo poco a poco a la realidad"