Es la una.
Hora de pensar.
Cuando sean las dos,
intentaré irme a dormir.
Porque a las tres empieza un sueño,
que no me quiero perder.
Seguramente tú sales en él.
Qué novedad, ¿verdad?
Pero a las seis,
tengo previsto largarme.
(a otro sueño)
Coger un tren,
dar la vuelta por el Este.
Aburrirme del traqueteo,
borrarte de mi cerebro.
Y escribirme una carta.
Una carta larga.
A las ocho más o menos,
saldré del sueño de las tres.
Me levantaré y me miraré,
en el menudo espejo que guardo.
Para verme cuando no hablo.
(A las 9 de la mañana,
porque hay sol y el aire para).
Me gustan mis ojos,
parecen sinceros conmigo.
Siempre sé lo que me digo.
Cuando digo que sales en mi sueño.
Que no me quieres nada.
Que no te subirás al mismo tren.
Que este poema no tiene fin.
Porque a las diez de la mañana,
estaré pensando en el pijama.
Siempre pienso qué me llevo a la cama,
para que tú me veas bien guapa.
Qué otra cosa podría ofrecer
una somnolienta momia de sueños
como esta mujer.
¿El amor más grande del mundo?,
¿el pensamiento más largo?,
¿el sueño intenso de saberse jugador con ventaja en una realidad que siempre se podrá arreglar al final?.
Lo que más me gusta de mis sueños,
es que nunca muero.
Pero tú. Tú ....
es que nunca muero.
Pero tú. Tú ....
El catalán suena como el susurro de alguien que te quiere mucho y no sabe decírtelo.
Bona nit,
estimada.