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jueves, 8 de julio de 2021

lunes, 27 de noviembre de 2017

La puerta de entrada

Recordé amargamente aquella noche en la que su maldito magnetismo nos dejó a todos al borde de un pozo oscuro y frío al que, mucho de nosotros, caímos para siempre. 

Yo en aquél tiempo tenía pensamientos-cortina, esa especie de razonamientos sobre cualquier cosa banal que una persona deja caer sobre su mente para ocultar sus verdaderos pensamientos vitales, los que hacen a uno llorar como un niño desconsolado, o introducirse en el cosmos en expansión del que es imposible salir. 

Pero ella, que por lo demás no era consciente de su poder, siempre apartaba la cortina con la mayor naturalidad y se preguntaba por qué tenía tantos pensamientos amontonados ahí detrás, llenos de polvo y misterio, y no comenzaba a ordenar todo aquel desastre intelectual. 

Aquella noche habíamos preparado una fiesta en casa. Una fiesta con ponche, pinchos de tortilla, cerveza fría, panecillos con distintas salsas, vozka malo y ríos de mariguana. 

Ella, con su forma habitual, me había apartado la cortina y me lamía algunos pensamientos tan dolorosos que apenas podía sentir nada. 

Fumaba con una gracia inexplicable cigarrillos que no le duraban nada, porque siempre aspiraba y sacaba el humo rápido, sin tragarlo, solamente porque fumar le parecía un acto más de su naturaleza y no estaba interesada en morir de cáncer. 

Pero aquella noche no fue como otras fiestas de esa índole. En algún momento de la velada, tarde, llamaron al timbre y apareció un joven con un jersey de lana dos tallas más grandes y una leve sonrisa. Cuando lo vio aparecer en la sala, ella me dejó y se fue a su encuentro. 

Le miró, se sonrieron, y comenzaron a hablar como si no hubiera nadie más a su lado. De repente ya no estaban en la fiesta. Estaban en una fiesta para dos, ambos situados en una mesa redonda, comiéndose las miradas, absorbiendo los pensamientos del otro, sonriendo como bobalicones que al fin encuentran a otro loco con quien sentirse libres. 

El tiempo fue pasando y mi dolor de cabeza fue en aumento. En algún momento me arrastré hacia la cama y me dejé caer boca bajo sobre el colchón, la cama sin deshacer, la ropa sin quitar. Como muerta. 

No sé cuantas horas pasaron desde que caí dormida y desperté en la negrura de la casa, la fiesta había acabado, yo estaba sola en la cama y a estas horas lo único que se me ocurría que podría salvarme era acurrucarme en su cama y esperar que me abrazara con una de sus piernas y me acariciara el brazo. 

Caminé hasta su puerta, cerrada como siempre. Junto a ella, había otro joven que, aún vestido y con cara de susto, escuchaba al otro lado lo que ocurría en la estancia. Me dio pena y repugnancia a la vez, pero esos pensamientos se esfumaron cuando me di cuenta de que aquél escuchaba la puerta porque no se había atrevido a entrar. 

Ella no estaba sola. El joven se había quedado dentro de su cabeza y ella lo había invitado a su pieza. Ambos gemían, o fue producto de mi imaginación. Con el otro bobalicón al otro lado de la puerta, al lado que yo me encontraba, no pude sentirme menos dichosa y sola. Nos habían cerrado la puerta y ya no había nadie que me abrazara en mi soledad ni corriera mi cortina.

Sentía muchas ganas de llorar. Eché al otro loco diciéndole que si no le daba vergüenza, él desesperado me preguntaba si ella andaba con alguien, ingenuo y tonto. Le dije que si no era obvio. Su estrechez de mente no le permitió preguntarse qué hacía yo también en mitad de la madrugada mendigando algo tras aquella puerta que siempre llevaremos en nuestro corazón. 

Ambos volvimos cabizbajos a nuestras solitarias habitaciones mientras ella estaba en otra dimensión, comenzando un juego del que nunca jamás se zafaría.

miércoles, 24 de febrero de 2016

-Emancipa tu cerebro de la esclavitud mental,
nadie más que nosotros puede liberar nuestras mentes-


El botón de nácar (2015)


En la diferencia está el encuentro, la llegada, y la salida también. "Somos todo cuerpo, palabra, emoción", le dijo. 

Ella se miró en el reflejo de la puerta de cristal y asintió con reparo reconociendo en esa débil representación de su presencia aquella loca certeza: "somos todo cuerpo, emoción y palabra". 

Se lo repitió una vez más. No se atrevía a mirarle a él. 
Subida en una "montaña de melancolía" en la que la historia de La Maga y Horacio Oliveira era tan reveladora y tan triste que la cotidianidad se había convertido en un vertedero de sentimientos hermososos. 

Esperaba la llegada de la lenta cuchillada del amor mientras jugaba con las ramas de un gran árbol que apenas le dejaba ver la que se venía encima. 

El cielo estaba ofreciendo una imagen sublime. Ni el más romántico de los pintores conseguiría nunca acercarse lo más mínimo a aquella situación geográfica que se acercaba desde los cielos. 


E iba directamente al centro de su pecho





martes, 17 de noviembre de 2015

EL NOTICIERO

Un día, en un país muy lejano, una persona que se sentía mucho (se sentía, sí, de sentir-se), decidió darle sentido a su existencia y de paso a la de muchos otros creando un canal alternativo de noticias. Algunos pensarán si esta podría ser la razón de la existencia para alguien, pero, ¿de verdad? Cualquier cosa da razones para vivir a la gente, hasta la ropa lo hace. ¿Por qué no iba a hacerlo un canal de noticias? ¿Y si, además, las noticias son realmente reales? ¿Existe la realidad? Por supuesto que no. Pero existimos nosotros, los simples mortales. Y nuestros actos tienen consecuencias. Y estas consecuencias producen otros que a su vez provocan de nuevo otras consecuencias. ¿Se... entiende?


Alguien tiene que contarlas. De la manera que sea. Cuantas más maneras haya, mejor. Pero este Canal de Noticias lo hacía de una manera especial. 

Ayer o un día de estos, emitieron el Noticiero. No siguen reglas de tiempo como horas, o días o semanas o meses. Hablan de Sueños.  "Hace sueños que ocurrió"-¿cuántos?-"No sé, Sueños".-Ahá.

Y las noticias se transformaron al momento en pequeñas notitas de papel cuadriculado rasgado de las últimas hojas de las libretas menos utilizadas en el colegio. Fueron traspasadas mano a mano, dentro de bolis o de puños cerrados, o lanzadas por el aire. Bajo las mesas, mano a mano, sin parar. Mano a mano. Mano a mano. Con este ritmo. Mano a mano, mano a mano, mano a mano. Como los latidos de un corazón que bombea porque no sabe detenerse. 

Las noticias llegaron finalmente a su destino. 

Un ser extraño, que sería una mujer pero a muchos les da asco decirlo, (pero a mi no), con una inteligencia desbordante, un sentimiento de la esperanza tan grande como su coño,  el cual le hacía gozar como nunca lo hubiera podido imaginar ni la mejor amante, y unas manos muy delicadas, recogió todas las notitas. Y las abrió. Se las metió en la boca. Y las guardó en la garganta. Y ahora las grita. No sé cuantos Sueños después. Las grita y suenan en los canales de Venecia, en el mar sin olas y en tu puta cabeza. Y yo las traigo aquí: 

"En el Sueño de hoy, la Niña que nunca sacaba dieces. Una niña, de aspecto normal, vida normal, colegio normal, ropa normal. Nunca ha sacado un diez. Todo el mundo está esperando que lo haga para poderle recordar cuando lo consiga que nunca antes lo había hecho. Pero ella nunca lo hace, nunca saca un diez. Ni un nueve. Ni un ocho. Y tiene una vida rodeada de muñecas y carritos que pasea por el jardín. Tiene bolis de todos los colores y las libretas más blancas. Estudia. Pero nunca saca dieces. Nunca saca más de un seis. Haga lo que haga, siempre un seis. Siempre mediocre. Siempre os recuerda lo mediocres que sois.

En el Sueño de ayer, una mujer ha decidido estudiar Historia. La palabra más bonita no por lo que significa. Sino por la Hache gigante y amurallada que tiene al principio. Mírenla: H . ¿Acaso no es la más linda del abecedario? La puta hache de Historia. Y la mujer va a estudiar historia. Porque se le antoja que no entenderá de otra manera el mundo que le rodea. ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué ha ocurrido? No para de preguntarse. Pero le va a resultar difícil contar los Sueños que han pasado si no lo hace a través de las vidas que han ido sirviendo como leña al fuego que nos da la vida. 

En el Sueño de cuando tú quieras, un susurro en la brisa marina nos revela que la distancia es proporcional al grado de odio entre los seres inoumanos. El entendimiento y el amor se rompe con las tijeras de la distancia. Se cortan los recuerdos y los lazos se deshacen y los conocidos se convierten en desconocidos. Las noticias se encallan en las escolleras del tiempo. Las manos no se entienden. Se huele la diferencia. Aparece el odio. "

Y tú me la has vuelto a hacer. Eso lo dice el sueño de última hora. Me voy a dormir entre comillas. 
DeNada.

jueves, 15 de octubre de 2015

Y.YO

Te lo cuento corriendo y me voy, es que tengo mucha prisa,
por dormir.

He estado revisando los últimos episodios de mi vida, y:
me halaga compartir contigo la noticia de que he encontrado a la Belleza.

La sutil, fraudulenta, efímera, trasnochadora, febril, y extremadamente frágil Belleza.


Me, Earl, and the Dying Girl (2015)

Y antes de hacer comparaciones o símiles para que lo entiendas, me limitaré a contarte que la he encontrado en los espacios más silenciosos y expectantes que puedas imaginar. El otro día, sin ir más lejos (no me gusta irme lejos así como así), estaba sentada en una cómoda butaca cuando, de repente, sin ningún tipo de aviso, ¡pum! me di de bruces con ella. 

No podría describirla, pues de eso mismo se trata. Es imposible de reproducir o retratar, es una mota de polvo púrpura que se ve a ciertas horas de  la mañana en el reflejo que hacen los rayos de sol que se cuelan por las rendijas de la persiana en el armario de mi habitación. No dura ni un parpadeo.

Pero yo la vi. 

Eran dulce, tan sumamente frágil y sonriente. Como si no le importara su condición, porque ser la Belleza está por encima de cualquier aspecto trivial o tangible.

No puedo decir que me enfrenté a ella. Simplemente le sostuve la mirada, la elevé con todo mi ser hasta lo más alto que se puede llegar cuando de un alma se trata. De verdad que es indescriptible. Una de las espléndidas calamidades que esconde la naturaleza a los ojos vagos y desamparados por lo mundano. 

Y la bebí. Me bebí a la Belleza.Me empapé de ella por dentro y por fuera. O fue ella quien me bebió, quién sabe. 

Pero nos fundimos en una sola idea, un único concepto. 

El de YO. 


lunes, 12 de octubre de 2015

Noticias desde la Luna

Houston tenemos un poema.
No un problema, no. Sino un poema.
Cada vez que nos miramos, 
eso es un poema.
Un grave poema que tiene versos y versos pero ningún sentido.
Y busca un lector que enlace las palabras y las conecte para explicarnos qué significa todo esto.
Somos un poema inacabado y ya se sabe que no hay nada más triste ni más intrigante.
Que un poema sin

lunes, 21 de septiembre de 2015

Más-o-menos-bien

Yo salí a hacerme un último cigarro antes de entrar a despedirme e irme a casa. Era tarde ya, y no había bebido demasiado. (Sí, esos momentos en los que no ir suficiente borracho es el problema). Saqué el paquete y al verlo vacío lo estrujé en mi mano con rabia y me acordé de la pobre madre de Carla, que me había robado el último piti para hacerse un porro (Carla, claro. No su madre). 

Odio, odio cuando no recuerdo que ya no me quedan cigarros y tengo que decirles a mis pulmones que se esperen, que la nicotina va a tardar en llegar y que hagan lo que puedan para distraerse mientras tanto, como respirar.

Me giré a pedirle un piti al primer tío que vi a mi lado. Cuando un tío le pide un cigarro a otro tío en la puerta de una discoteca y ambos se encuentran solos, se crea una especie de vínculo de desprecio-por-todo-lo-demás en el que un cigarro es la mejor manera de cerrar una relación de amistad fuerte y efímera que dura lo que duran diez caladas. La primera con mas ansia. Al igual que la última. Como ocurre con el hola y el adiós. Está todo medido, no lo digo yo. 

Me giré a que el pavo de al lado me diera un cigarro en su infinita sabiduría de no regalar cigarros a sus amigas porretas y a odiar al mundo dentro de la discoteca, y así ocurrió: yo le pedí el piti, él me miró, sacó uno de su paquete, y me medio sonrió. 

Empezamos a fumar mirando al frente. Yo le dije que me llamaba Éric y que a veces quería que todo el mundo desapareciera y me dejara más espacio en la Tierra. Él me contestó que ojalá nunca me sintiera solo. Creo que no nos entendimos el uno al otro, pero íbamos medio borrachos y medio fumados. Así que supongo que era era la máxima conexión a la que podríamos llegar. 

En la cuarta calada apareciste tú. Doblaste la esquina y los dos nos quedamos mirándote. Tu camiseta blanca pegada, la falda volando directa hacia nuestra imaginación (puedo hablar por el otro tío, estoy seguro). Y las zapatillas esas extrañas del universo que llevabas. Dios mío, menuda friki (pensé). Y después me di cuenta de lo buena que estabas. 

Tú venías directa hacia nosotros y empecé a sentirme incómodo. Cerré mi mente de las personas como tú, que tienen ojos que perforan cabezas, y me quedé mirándote sin abrir la boca. Llegaste y le dijiste:

- Eh, Marcos, mis amigas se han pirado. Carlos es gilipollas, y yo paso de toda esta mierda y me voy a casa. ¿Y tú quién eres?- Me miraste preguntándome como si estuviera preparado para hablarte. 

Marcos dijo algo con muy poco sentido, te dio un beso en la frente, una palmada en la espalda y se largó tranquilamente arrastrando los pies por las aceras. Tú te quedaste mirándome y me pediste cigarros. Te dije que el que me fumaba era el último y te lo ofrecí. Te lo acabaste en dos caladas. 

Te dije que me iba a casa y me quisiste acompañar. Bajamos por Gràcia hasta la parada del autobús. Allí nos sentamos a esperarlo y a hablar de la vida de mierda que teníamos. Hasta que en algún momento me comiste la boca y me marcaste un gol por la escuadra que aún estoy viendo desde lejos. El bus llegó, paró, y se fue. Nosotros seguimos sentados comiéndonos las bocas. Como si nunca lo hubiéramos hecho. Como esas cosas que uno al día siguiente ni siquiera quiere recordar porque le da vergüenza. 

Después de dos autobuses nos levantamos y te propuse caminar. Llegamos hasta mi casa, que estaba más cerca. Di por hecho que ibas a entrar, y tú diste por hecho que yo te iba a invitar. 

Después del polvo raro nos quedamos mirando hacia el techo como quien se ha vuelto loco y de repente vuelve a ver con lucidez. Con ojos que suplican perdón y manos que suplican cigarros. 

- Tío, deberíamos montarnos una banda. ¿Tú sabes tocar algún instrumento?

Te dije que no, y me dormí. Yo diría que pasé un brazo por tu barriga y me quedé dormido así, abrazando tu cuerpo mientras tú seguías mirando al techo.

Y al día siguiente ya no estabas.

Mi vida se reduce al contenido de este disco

jueves, 14 de mayo de 2015

Por FAVor, quiero decir: AMOR

Había una vez un hilo púrpura que se había creado hacía mucho, mucho tiempo, e iba uniendo a personas sin que ninguna de ellas se diera cuenta. Era un hilo que se alimentaba del amor que se profesaban algunos humanos, un número limitado, a lo largo del mundo. Y los iba uniendo y entretejiendo una especie de tela de araña a lo largo del globo que era invisible a las personas pero muy visible a los astros que reinaban en la galaxia. Cuanto más crecía el hilo, más longeva era la esperanza de vida del astro del Amor. 

Un día, Amor se había levantado cabizbajo porque su vida se acababa por momentos. Sentía que los huesos le pesaban; que la gravedad, fuerza que nunca había sentido en sus millones de años luz de vida, empezaba a ejercer una especie de  atracción hacia él que le arrastraba hacia el espacio vacío que existía bajo sus pies. Oscuro. Infinito. Cuando un astro caía, no volvía a aparecer por allá.  Nadie sabía lo que había, y desde luego nadie había ido a investigarlo. Era un misterio como cualquier otro de la vida. Como por qué hacer pompas de jabón relaja a las estudiantes, o quién había dicho que las flores se podían juntar en ramos efímeros y cortados.

Pero aquel día no fue un día cualquiera. Cuando Amor se sentó en la silla de su escritorio y apoyó la cabeza en uno de sus brazos para mirar con aparente aburrimiento hacia la Tierra, vio que la luz púrpura parpadeaba. SE quitó las gafas y se fregó los ojos. Volvió a mirar. Efectivamente, la luz volvía a aparecer y desaparecer. Se volvió a poner las lentes y con sumo cuidado amplió su vista hacia la Tierra. Quería no perderse ni un detalle de lo que allí ocurría:

Dolores había llamado a María para decirle que le había enviado un cheque junto a una rosa con el dinero que ésta necesitaba para operarse. María no supo que decir, no podía decir que no. Pero, ¿qué se dice ante algo tan grande? Pensó María. Ambas lloraron, desde la soledad de sus casas. Una por una cosa y la otra por muchas otras. María acabó aceptando el dinero y pensando qué cosas buenas se estarían haciendo por la Tierra en aquel momento. 

El hilo corrió y corrió hasta otro país donde una buena amiga le había regalado a la otra un año entero de Spotify Premium y un estupendo álbum de fotos de las dos. La razón, es que la recibidora del premio le había encontrado trabajo en una pequeña empresa de publicidad a su buena amiga, que había encontrado el equilibrio personal que necesitaba en aquel lugar. 

El hilo siguió corriendo. Marcos estaba sentado en el jardín de su casa mientras escribía muy relajado una carta de amor para Claudia, que se iba de viaje muy lejos y a la que no pensaba volver a ver en mucho tiempo. Encontró a un niño que pasaba por allí y le dijo que a cambio de entregar su carta, le daría el deseo que él quisiese, pues Marcos tenía mucho dinero, aunque pocos amigos. El niño, Pere, había accedido a entregar el pedido pero lo único que le había pedido a Marcos es que le dejara remojarse en su piscina algún día. Hacía mucho calor en la ciudad y una piscina era un lujo que pocos podían darse. Ambos cerraron el trato sonriendo. 

Claudia recibió la carta. Aunque ya estaba en el aeropuerto camino a tierras europeas. Echó algunas lágrimas de amargura. Por supuesto que quería a Marcos. ¿Cómo no se había dado cuenta? Así que cuando llegó a su destino creó una empresa que se dedicaría a permitir a sus usuarios llamarse mediante hologramas y recibir cálidos abrazos y húmedos besos como si la realidad fuera de otro material. Fue una gran iniciativa que unió a muchas personas  y las hizo muy felices. Claudia y Marcos no fueron una excepción. 

Laura, otra de las usuarias del invento de Claudia, hizo un viaje holográfico a Kenia, tras el que decidió, al darse cuenta por fin de la situación, adoptar un niño huérfano. El niño no era tan niño, ya tenía doce años. Le llamó Esteban. Pero junto a su nueva madre pudo tener todas las necesidades cubiertas básicas (y otras no tan básicas).  Esteban creció enamorado de la vida. Tanto, que cuando pasaron los años y María fue a su clínica llorando de la emoción porque le habían dejado el dinero para operarse, decidió no aceptar su dinero, operarla de manera gratuita, y enviar el dinero a un centro de niños que, como él, no habían tenido demasiada suerte en su infancia. María se lo contó a Dolores, y ambas insistieron en invitar a Esteban a cenar. Se hicieron grandes amigos. 

Amor estaba atónito, no podía seguir la velocidad que había adquirido el hilo púrpura en los últimos diez años de su vida en la Tierra y sus tres últimas horas atendiendo al globo terráqueo. De repente, respiraba fuerte y acompasado. Los huesos no le dolían, se sentía ligero. Su vida ya no pendía de un hilo.