Todo el amor que se da,
se recibe.
Pero no de la misma persona.
Por eso deberías lanzar tus abrazos sin esperar nada a cambio.
Y dejarte caer.
Porque,
en el fondo del precipicio
hay una lengua que te cura las heridas.
No te evita la caída, ¿qué esperabas?
Pero te lame las brechas ensangrentadas.
Y la sangre vuelve a su cauce.
Y tú a tu camino.
Dispuesto a regalar el amor a quien te ayude
a encontrar la prueba reveladora
de saber que estás aquí para algo.
Mi dulce nuececilla,
Nadie te esperaba,
y nadie te echará de menos.
Más que el tiempo.
Pero le vas a dar tu amor a alguien,
y te has llevado el mío contigo.
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