APARTADOS

viernes, 18 de septiembre de 2015

El verano

"Quiére.te"

Yo puse el agua de la tetera a hervir. No es que sea tonta o sorda, es que tengo la extraña costumbre de escuchar las palabras disfrazadas. De otras palabras.

El verano se ha acabado.

El verano se ha acabado de una manera tan circular como acostumbra a ser mi vida, que he tenido que tatuármelo. Al verano no. Al círculo en el que se basan mis teorías del vivir. Al planeta en el que vivo más tiempo del que la Tierra me permitiría.

Y en vez de dejarme llevar entre el oleaje hasta que me escupiese la marea junto a la espuma y las algas hasta una playa triste y sucia de otoño, he decidido utilizar mis brazos.

Y he salido por mi propio pie. 

El verano se ha acabado y he arrancado una flor de azahar para dejarla en mi mesita de noche y que, aunque sólo sea por hoy, mi cama huela como la calle donde nos besábamos en verano. Si respiro y cierro los ojos no sabría decir donde estoy. Si en el suelo o en el cielo. ¿Ambos se juntan en algún lugar? Sí. Entonces estaré ahí exactamente.

El verano se ha acabado.

Y en vez de ir hasta el final del espigón para mirar como se va con la mirada perdida y los ojos tristes he cambiado el guión. ¿Quién lo iba a hacer sino?

Y he corrido tanto como he podido a darle fuerte a la música. La de mi vida. Han empezado a sonar unos acordes y un sintetizador. Una batería. Y una voz fea pero extrañamente excitante.

Y no se me ha olvidado el verano. Al contrario. Lo he recordado más que nunca. Cuando el niño que no hablaba me preguntaba con la mirada 'por que'. Y yo le respondía con palabras. Seré tonta.

Y el verano se estaba yendo y yo he levantado la mirada y el brazo. He intentado decirle adiós. O hola. O ola. Y me ha sonreído. O le he sonreído. O me he sonreído a mí misma.

Después he dejado una mueca con la boca en forma de "o". Como cuando empiezas un otoño, con ( 'o'-o-'oh' )de oportunidad, y sientes algo ahí adentro. Algo duro, que te golpea el corazón. Es extraño porque no sabía que el mío aún funcionaba. Y entonces he sentido la ola del verano que se iba, la última, y arrastraba hasta el último círculo que explica mi teoría del vivir. Y me ha quedado una línea.

La he dejado en el suelo y ahora voy a caminar la por encima. Con la O de otoño.

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