aléjate por favor.
Que ya no aguanto más.
El sexo débil se levantó.
Se arrancó de las entrañas el útero
y lo sacó, mostrándolo grotescamente.
El público aplaudía loco, fuera de sí.
El sexo débil agitaba bien alto
aquel trozo de piel ensangrentada.
Sin decir palabra, el sexo débil lanzó
contra el suelo aquella basura orgánica
y acto seguido encendió una cerilla
y la dejó caer sobre el útero.
Se apartó y comenzó a ver ensimismada
como se quemaba
aquella orgánica idea
y el discurso se desvanecía
convertido en cenizas.
El público se fue a su casa
llorando de emoción
con un agradable sensación de vacío.
Vacío.
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