¿Y cómo hablo yo? Como siento.- contesté
Duro.
A través de la guata, del corazón.
Fuerte.
Muy hondo.
Ambiciosamente.
Por todos y todas.
Y después por mí.
Abrazo con la mirada a todo aquél que suplica un gesto de cariño, que respira tristeza. Y me siento mal por ellos, siento su desolación en mis entrañas. El desasosiego definitivo del que ya descubrió que no tiene sentido.
Les regalo mis lágrimas, por eso siempre estoy vacía. Seca. Como una pirámide. Punta afilada, sólida base, ausencia de humedad, de vida.
Sólo la muerte en mis adentros de alguna mujer disfrazada de momia faraónica que quiso contar la Historia. Y la historia la asesinó.
Tiendo la mano en forma de voz. Porque hablo como siento. Y mis palabras son salvavidas que van quedando en el mar inhóspito y profundo.
Y cuando yo necesite que me salven, ya no quedarán más salva-vidas. Sólo mar. Oscuro, eterno, que humedecerá todo mi vientre.
Y justo en el momento que las arrugas del tiempo descansen bajo el agua, la vida estará dando inicio al fin. De mis días.
Porque hablo como siento. Y escribo como hablo.
Chao.
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