APARTADOS

jueves, 8 de julio de 2021

 Ya es un clásico seguir la zanahoria

con tu aliento aquí detrás 

Vetusta Morla

Me pregunta A que cómo estoy. ¿Cómo estoy? ¿Hacía cuánto nadie me lo preguntaba? ¿Hacía cuánto yo misma no lo hacía? 

¿Cómo estoy? 

Me gustaría decir que estoy más presente que nunca. Que me deslizo en cada segundo como si fuera el primer aliento de vida. Que llega el tiempo a mecerme y yo me dejo hacer, enrollo las piernas sobre él y respiro. 

Hoy, eso ya no ocurre. 

Sí pasó hace poco, de la forma más intensa jamás vivida. Disfrutar el humo del café malo, mirar el fuego con intensidad y un arrojo desmedido para sentir el frío en las arrugadas manos. 

Así viví esta última etapa de mi vida.

A veces pensaba que lo hacía porque una parte de mi sabía que me iba a morir en el instante siguiente. Pero , como siempre, mi instinto de supervivencia universal razonaba que quien moría era otra espacio-tiempo, otro lugar habitado y deshabitado en un abrir y cerrar de ojos como quien entra a despedirse de su último hogar antes de llevarse la caja restante y cerrar de portazo. Como un beso intenso en medio de la calle, desesperación por mantener el tiempo detenido en los labios. 

No era por eso. 

Era, sencilla y llanamente, porque era feliz. De pequeñas nos hacen creer en una farsa de confeti que la felicidad viene con estruendos, rayos y lluvias de purpurina. Sonrisas, carcajadas y lazos. 

La felicidad es otra cosa. 

La felicidad es el silencio abrazador. El lago expectante mientras tú haces tu vida. Un viento azotando las ventanas mientras adentro tomas un té mirando la nada. Chocolate en dosis menos milimetradas de los que nos gustaría y un sonido. Un sonido especial. También hacer el amor de madrugada mientras afuera llueve y el lago ruge, pasión desmedida. El amor engañándose a sí mismo. 

Aprendí que vivir en el ahora era imposible de conseguir si una se lo propone, y terriblemente fácil si llega al espacio correcto. 

¿Cómo estoy? 

Ahora que he vivido algo tan bello, me gusta sentarme a pensarlo sin caer en la melancolía del pasado que me encadenaba a la silla. 

Y, en cualquier momento, en alguno de todos espacios que habito y me habitan, volverá a girar la esquina lo que siempre llamaré felicidad. 

Hola! 


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