APARTADOS

viernes, 14 de marzo de 2014

Las oportunidades son balas. No trenes.



Las ve acercarse tan rápido como el sol de agosto permite en este lugar. Llegan tarde. Piensa él. No ha podido evitar ponerse un poco taquicárdico. Sin querer queriendo mira de arriba a abajo a la amiga hasta las sandalias planas  marrones que lleva. Después se da cuenta de lo que ha hecho y vuelve a subir la mirada. Las chicas llegan y su amiga les presenta.

Erika esta algo nerviosa. Le da miedo que no se gusten. O no lo suficiente. ¿ Y si se caen mal? Presenta a Clara y Jaime y ellos ponen sus mejores sonrisas. Se dan dos besos...
Entre buenas predisposiciones y tres tercios se sientan a la mesa. En la terraza nadie les mira raro. No saben, los tristes cafeteros-lee-periódicos que les rodean, lo que estos tres plantean hacer(se).

Los tres se acomodan mientras se miran pensando dios sabe cuantas cosas. "Donde me he metido, quien me manda a mi"- "Nada, no se gustan. No sé por qué se ha puesto ese polo hoy"- "Pues es mono. Le diré a Eri que le proponga no afeitarse. Está sexy".

Comenzaron hablando de cosas banales. Lo típico. Descubriéndose cosas en común, conociendo toda la información con la que se pueden hacer conjeturas y juzgar a una persona. De dónde viene, a qué colegio fue, hace deporte, pareja(s)...

Erika, especialista en relaciones interpersonales y gran conversadora, guiaba los temas y la conversación, sacaba sonrisas y rompía el hielo. Cada vez sus intervenciones eran menos necesarias para recuperar la intensidad en los diálogos. Para ella todo estaba siendo premeditado y calculado y se sentía hasta culpable. Pero los otros dos, y el resto del mundo, no hubieran visto nada extraño en aquella pequeña reunión entre los tres jóvenes.

A la tercera cerveza ya brindaban mirándose a los ojos y se desnudaban los sentimientos (a veces van antes y otras después de la ropa). Clara, yonki perdida de coleccionar momentos, ya hacia tiempo que había dejado volar su imaginación.
Hasta que el sol de verano, al que le da pereza irse a dormir, daba señales de apagarse en cualquier momento. Jaime tuvo que quitarse las gafas. Sino corría el riesgo de parecer bobo.

No sabían si levantarse y que les diera todo vueltas o esperar comiendo algo a que se disipara  aquella sensación de montaña rusa que, cada uno a su manera, estaban sintiendo.

Decidieron ir a otro lugar. Algo un poco más íntimo. Por el camino Jaime paró en un cajero a sacar dinero. Mientras se miraba disimuladamente en el pequeño espejo que distorsiona las formas instalado en la parte alta de la ventana del cajero, las chicas tuvieron un momento para hablar a solas.

- Bueno, qué.
- Esto va a ser divertido.

No sabía ni ella misma por qué había dicho aquella tontería. Pero les entró la risa nerviosa y no pudieron hablar más.

Unas calles más allá encontraron el lugar adecuado para ellos en aquel momento. Luces bajas, otro tipo de tragos menos inocentes que la cerveza, sofás cálidos que invitaban a uno a encontrarse con lo más íntimo de sus pensamientos escondidos en los más extraños escondrijos de sus cerebros.  Los tres se sentaron en el mismo sofá. Erika en medio. Les cogió una mano a cada uno y con la cabeza le hizo un gesto al camarero.

1 comentario:

  1. Me gusta el momento que ve a Clara. Me encanta ese momento en el que ves a lo lejos a la chica que esperas y la miras, la observas de arriba a abajo inconscientemente mientras por un momento las leyes espacio-temporales pierden su sentido y quedas hipnotizado por un momento.

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