APARTADOS

jueves, 27 de marzo de 2014

Mi negrita

 Cuando era pequeña y jugaba a mamás y papás (no a mamás y mamás o papás y papás), nunca decía que tenía más de 20 años. A partir de esa edad, todo era un universo por descubrir, pero en el que nunca pensaba. Un horizonte al que no llegaba mi imaginativa y extraña mente infantil. Y lo cierto es que ahora, con la misma mente infantil y tremendamente imaginativa, sigo viendo lo de pasar de los 24 como un pasadizo oscuro con muchas ventanas y puertas, pero todas cerradas.

Que sí, que no soy vieja. Que vale. ¿Me dejáis tranquila con mis crisis? Cumplir años siempre me ha dado una especie de desgana que suelo intentar difuminar con bonitas celebraciones. Cumplir años me hace pensar. (Todo me hace pensar). Me hace ver los años, hacer balances, y pensar una vez más (aunque esta vez con sentido) en que todo lo que se va, no va a volver nunca más. Al menos en esta dimensión. 

Después de aquel feo año de los 23, llegó Chile con toda la explosión que ello supuso, y ahora solo sé que cada oportunidad que se le presenta a uno en la vida, tenga la forma que tenga, ha de ser cazada con el caza-mariposas más grande que   uno tenga a su alcance. Aquí no se deja perder NADA.


A veces siento que no estoy aprovechando el tiempo al máximo, y otras miro hacia atrás y me siento orgullosa del camino que voy dejando atrás. Pero nunca, absolutamente nunca, pienso que hay tiempo para vivirlo todo. Nunca me relajo a mí misma diciendo "bueno, hay tiempo para todo, no pasa nada, ya llegará". Solo me pasa con un tema en concreto, y porque es evidente y natural. 

Tener 25 años y darse cuenta de que uno no sabe nada de la vida, que no tiene nada entre sus manos más que un puñadito (pequeñito) de gente que le quiere y algunas llaves que abren puertas invisibles, me da escalofríos. Sé que no es poco, pero como siempre, no es suficiente. ¿Dónde está mi trabajo de película en el que llevo traje de chaqueta con falda y hay cuadros en mi despacho? ¿Dónde están los niños que quieren aprender a vivir preguntándome 'por qué'? ¿Y la casa con un pequeño jardín? ¿Y las paredes blancas y camas bajas para compartir? No hay nada de eso. Aún. Aún... 

Por si mañana (o cualquier otro día) me pasa algo, estoy intentando agradecer a todos los que de alguna manera me han enseñado a vivir lo contenta que estoy por que su camino se cruzara con el mío en algún momento. A la mayoría, se la suda muchísimo lo que les diga o haga. Solo alimentan sus egos. Pero en realidad, lo que hago yo es satisfacer el mío. 



Se cierra un ciclo. No es que quiera o no. Es que es así.


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