APARTADOS

miércoles, 1 de octubre de 2014

Hasta que la prosa nos separe

Lo bueno y lo malo de ser una espectadora en este lugar es que la cosa nunca va conmigo. Ni para lo bueno, ni para lo malo. No sabría diferenciar una de otra cosa, igualmente.

Pero ver las cosas con la lucidez del que sólo viene justo a eso, hace que pueda llegar a perder el Norte. Y el Sur. Antes o después te das cuenta de que la cosa no va contigo. Me intento introducir en medio. Como una más. Y aunque a veces lo parezco, me aceptan, lo cierto es que yo sé que no pertenezco a este lugar. Que esta estancia finita que lleno a base de pequeñas sensaciones, no va a ser más que esto mismo.

Un puñado de recuerdos en forma de palabras, o canciones. De imágenes mentales guardadas en mi memoria hasta quién sabe cuándo. Ni para qué.

Cuanto más tiempo llevo aquí más me pregunto por qué vine. Y esa es la razón. Exactamente. ¿Por qué volver a Santiago? La respuesta es esta misma: volver. Estaba implícita.

Había muchas causas y ninguna de suficiente peso. Pero ahora estoy aquí. Viviendo cosas que no viví. Es difícil igual sin la casa y sin Marina. Ni Marta. Casi sintiendo cosas nuevas. Aunque no lo esperaba.

Como cuando en "El Perfume" el protagonista intenta captar la esencia de todas las chicas, matándolas y absorbiendo su hedor más íntimo. Yo intento captar cada momento, cada pequeña punzada que me haya hecho sentir algo. Y lo guardo en este pequeño libro. En botellitas pequeñas con tapón de corcho y colores cambiantes, que no son lo que parecen. Que cambian con la luz que les llega.

Ayer fui al museo de Historia. Casi una visita individualizada. Subí a la torre principal y un guía me contó que el reloj, que tiene muchos años y se creó con un uso social, ya que la gente no tenía la hora en aquellos tiempos; estuvo roto muchos años. Por los terremotos.

Y una vez, hace no tanto tiempo, un señor se prestó voluntario para arreglarlo. Lo consiguió en tres semanas. Y desde aquella  vez, cada domingo va al museo y sube hasta él para darle cuerda. Y mimos. Y él, este hombre, es l única persona en el mundo que sabe arreglarlo. Y hacerlo funcionar.

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