APARTADOS

lunes, 13 de octubre de 2014

No hay rayuela hoy día

Un puñado de flores frescas y rojas a lo alto de un edificio gris y feo, no lo suficiente alto como para sobresalir y ver la cordillera a través de los demás eficios grises y feos también. No lo suficiente.

Ese es el problema de lo suficiente. Que a veces no es suficiente.

Ya se acaba. Tal y como llegó. Aunque aquella ansia infinita se esfumó. Apenas la ilusión duró un poco más de unos días. Y luego también desapareció. Me acomodé hasta demasiado bien dice Vero. No tanto. Pero si me hice un hueco como pude. Y costó. Pero no lo suficiente. Como para pensar que mi casa estaba definitivamente en otro lugar.

Está acabando el viaje muy bien, la verdad. Con la tranquilidad de alguien que piensa que tiene toda la vida para hacerlo todo pero con las ganas de la que sabe que se va en un par de días. Y quién sabe. Que vuelva a vivir, me piden. No es que les mejore su existencia. Tampoco se la complico. Estoy, nomas. Como en cualquier otra parte. Supongo.

Estaba escrito que Rocío estuviera en este periodo en Valparaiso. Vino el viernes a Santiago y recorrimos la ciudad un poco más. La casa de Neruda (la otra), los barrios bonitos. Los barrios bajos. Mi antigua casa de La Torre. Desde fuera porque no me pedía el cuerpo entrar a un lugar que ha dejado de pertenecerme hace tiempo.

Compartimos mucha conversación con Veronica, Cristián y David. La especie de familia que he tenido estas semanas sin pensarlo mucho. Estaba feliz con todos ellos alrededor de la mesa, el vino y la noche estrellada. Aunque desde nuestra casa no se pueda observar.

El sábado por la tarde Ro se marchó. La dejé abrazada en la estación y yo fui con Camila y Victor a una parcela que tiene en el campo la familia de Cami. Llegué a aquel maravilloso lugar a una hora de Santiago y había tantas personas sonriéndome y haciendo bromas que me abrumé.

La casa estaba rodeada de inmensos campos de maíz, infinitos. Era muy grande. Había huertos de mil hortalizas, y árboles gigantes. "Allá en España tienen olivos de esos de más de cien años ¿no?".

Tenían incluso su propio vino. Que probé con un vaso de mate. Y lo bebí al seco. No se podía probar de otra manera. Maldito pipeño. Me curó el esófago de mis tristezas en un momentito.

Más tarde nos sentamos todos a
La mesa. Y compartimos la "onse". Una gran taza de té humeante, pan recién amasado, queso y jamón, salsitas y salsas. Es la manera más cálida de bajar la borrachera a media tarde. Con los tíos y los primos bromeando y gritando. Y la gente mayor escuchando. Y los jóvenes mirando y sonriendo. Más tarde hubo torta por el cumpleaños del tio de Cami. Vivió en Canadá forzadamente. Y cuando pudo volvió a Chile. Pero habla de su "otro" país con un amor en los ojos que da miedo. Da respeto. Y admiración.

Por la noche, tras una despedida más larga que corta fuimos a ver un partido de baloncesto. Igual que anoche. Habían dos partidos seguidos del Colo Colo. Un bonito ambiente (interesante al menos) y amor por el basquet. Suficiente. Para no desviar la mirada.

Ayer antes del partido invertimos el tiempo en una despedida con mis niñas de la Usach. Asado, cerveza, carne, palta y despedidas no tan sentidas. Volveré pronto. Estas tres parejas se van a casar pronto y eso si que no Me lo pierdo por nada del mundo. Ya tengo otro motivo para volver. Y ese no admite contraargumentos. Lo otros sí. .  .

Estoy contando las historias como retales. Que se cosen pero sigue notándose que originariamente no iban seguidos. Aunque yo los teja y los haga uno solo.

Se acaba. Pero no hay dolor. Hay ganas. De volver a casa. De volver acá. De saber dónde está el camino ese del que todos hablan. Para poder tomarlo, y sin temor, echar hacia delante y volar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario