APARTADOS

lunes, 2 de marzo de 2015

evidente, tú

Y le solté un millón de palabras amontonadas que de tantas que eran habían salido de mí casi obligadas, ya no me pertenecían; necesitaban salir de mi pecho tembloroso.

Él me miró con esa cara que suele poner cuando no quiere creer lo que siente, y no quiere que yo le lea sus pensamientos. Es ahí cuando imagino que me odia y que me ve como a una niña chica que busca un espejo donde mirarse el vuelo de la falda.

Portfolio por Amanda Lanzone en Behance

Pero en realidad lo único que odia es saber que no puede evitar sentir. Siente algo hacia mí. No sabe lo qué es, ¿acaso alguien lo ha sabido nunca? Podría llamarlo amistad, rabia, pena, odio o simplemente podría decir que es amor.

Pero ha de encontrarse en ese espejo que cree que sólo busco yo para tropezarse con lo que piensa.

Cuando acabé mi discurso, del que no me siento nada responsable, le miré. Estaba callado, no decía ni su boca ni su mirada. Le busqué los ojos, que me hablan cuando hace presas las palabras para que no salgan. Pero los tenía allá abajo, esperando que desapareciera junto a una bomba de humo y gasolina.

Y eso fue exactamente lo que hice. 


Es tan raro recordar lo que nunca existió... 

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