Y le solté un millón de palabras amontonadas que de tantas que eran habían salido de mí casi obligadas, ya no me pertenecían; necesitaban salir de mi pecho tembloroso.
![]() | |
|
Pero ha de encontrarse en ese espejo que cree que sólo busco yo para tropezarse con lo que piensa.
Cuando acabé mi discurso, del que no me siento nada responsable, le miré. Estaba callado, no decía ni su boca ni su mirada. Le busqué los ojos, que me hablan cuando hace presas las palabras para que no salgan. Pero los tenía allá abajo, esperando que desapareciera junto a una bomba de humo y gasolina.
Y eso fue exactamente lo que hice.
Es tan raro recordar lo que nunca existió...
No hay comentarios:
Publicar un comentario