APARTADOS

viernes, 12 de junio de 2015

El momento


En el momento que nos sentamos a la mesa, agarramos los cubiertos y abrimos los ojos para mirar con disimulo quién tiene más cantidad de judías o de patatas fritas de entre todos los comensales; hay alguien apoyando el pie izquierdo en el frío suelo de su habitación . A muchas horas de diferencia. Y al otro lado del globo terráqueo.

En el momento en que tú le besas el cuello suavemente, mientras ella duerme; hay una anciana, justo en el edificio de enfrente, acariciando la mano de su compañero de viaje. Quizás por última vez. Y alguien reza, tres paredes más allá, a un Dios que ni tú ni yo conocemos, para que los acontecimientos venideros traigan alegrías y no tristezas. 

Ellos se envían mensajes a media noche deseándose lo mejor para el día siguiente. Deseándose. Pero justo en otro lugar son las doce del mediodía. Y la hermana mayor le cuenta un cuento a la menor. Ninguna de las dos sabe leer las letras, pero una tiene memoria para recordar la historia y ambas no necesitan más que los dibujos de las páginas para navegar en sus barquitos de imaginación.

Hay un amable transeúnte depositando una rosa en la tumba de alguno de sus amores tardíos, de esos poco frenéticos pero puros. De los que se viven por carta y a través de las pieles de arrugas. A la vez a unas cuatro horas de diferencia en avión una preciosidad de niña se tumba en su cama mientras huele la flor que su compañera le ha regalado. Sólo porque existe.

La existencia es una idea que unos deletrean y otros buscan en los diccionarios de su vida. Algunos se zambullen en ella con prisas, dando brazadas hacia todas partes, intentando que no quede ni una gota de agua que salpicar. Otros, por el contrario, la miran desde lejos. Desconfiados. Lo superior reclama cierto coraje y cierto respeto, puede ser. Pero aguardan tanto el momento de lanzarse, que se pierden lo que está pasando en otros lugares en esa misma hora en que ellos están viendo el tren pasar.




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