APARTADOS

sábado, 12 de marzo de 2016

Se acababa el verano en Santiago.

Pero no le daba pena.

Porque tenía un recuerdo tan bonito de un otoño pasado, entre hojas de árboles haciendo caminos en los parques, nubes bajas, y recuerdos borrosos de dormir en un abrazo.

Se asomó a la ventana a ver la ciudad dormir. Todos excepto aquel perro que lloraba le tendían la mano al sueño.

Todos morían un poquito y luego se volvían a levantar.

Ella cerró los ojos y pensó en el aire fresco que le acariciaba la cara. Pensó en mañana. En el otro. Y en cómo dormirían las personas día tras día.

Sabía que estaba rodeada de armonía. Y quería mantenerla. Se fue a buscar el silencio adecuado. Sólo para poder seguir disfrutando del espectáculo musical que empezaba a ser la banda sonora de su vida.

Sin abrazos entre ronroneos ni el arrítmico sonido del plural. Sino otro tipo de melodías más íntimas. Cantos de soledades.

Pero qué música.

"No creo que haya sido casualidad"

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