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martes, 13 de septiembre de 2016

Extractos de nada: la mujer número 1

El plan de la quedada con aquellos conocidos y un par de amigos se deshizo y yo experimenté una especie de liberación por no tener que haber ido obligada a una cita por no tener el valor suficiente de decir que en realidad no estaba interesada en ninguna de esas personas.

Estaba sola en casa y hacía un día precioso. Desde la ventana podía ver el río que partía la ciudad y los edificios asumiendo con resignación el paso del día.

Me encendí un cigarro, me puse un disco que elegí al azar (después de un primer sorteo que no me complació) y me senté en el sofá a mirar por la ventana y a imaginar con quien se estaría acostando Él ahora mismo.

No obstante aquel pensamiento se difuminó pronto, pues empecé a barajar personas y al recorrer mentalmente las chicas de la universidad, recordé el gran montón de ensayos que me esperaban sobre la mesa para ser corregidos. O leídos, al menos. Yo no era nadie para sentenciar la calidad o la volubilidad de un escrito lingüístico, pero me pagaban por ello y, francamente, me daba pereza buscar otro medio de supervivencia.

Aún notando de nuevo el peso de la obligación, esta vez no social, sino profesional, me acabé el cigarro tranquilamente y decidí, acto seguido, mantener aquel instante encendiéndome otro.

Qué curioso que se disolviera el plan  con toda esa gente. Nunca descubrí cómo ni por qué ocurrió. Llevaban planeándolo semanas. Aunque yo nunca me metí lo más mínimo en la planificación y ejecución del mismo.

Quizás Laura había decidido por fin que por mucho que intentara reunir a todos los profes que conocía, no iba a conseguir cambiar la forma en que vemos la educación en esta ciudad. Me consideren influyente o no, no tiene ningún sentido que yo hable con personas que nada tienen que ver conmigo, ni siquiera nos acerca nuestra profesión, sobre el texto que debe llenar el nuevo borrador de la ley de educación.

Apagué el cigarro y miré de soslayo la pila de papeles. Como si quisiera sacarles el dedo a todos esos alumnos pésimos que tenía, cogí la gabardina y me fui a pasear en busca de algún museo en el que refrescar mi cuerpo y mi mente.

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