Todo lo que me ocurrió aquella mañana fue una gran señal que me estaban enviando para que procediera.
A las 7:00 ya no podía dormir más. Vi el reloj a las 7 en punto exactamente. Era el número clave. Solamente habían 70 libros en todo Santiago.
Podía hacerlo. Debía hacerlo.
70 libros que debían ser míos en menos de 72 horas.
Salté de la cama literalmente. Puse la cafetera en el fogón más pequeño y me lancé a la ducha. Me lavaba los dientes frenéticamente, imaginando cómo iba a ser aquel día maravilloso que pasaría a la historia de la Ladrona de libros.
Caía el agua sobre mi cuerpo y mi pelo suelto parecía más largo que nunca. Mientras me miraba bajo la ducha y revisaba el estado de mis heridas, pensaba en él. Todo esto era por él y por mi. Necesitábamos este golpe. Nuestro legado sería eterno. Él ya no estaba acá.
Pero yo lo haría por los dos. Lo haría tan bien que, estuviera donde estuviera, leería la noticia en un periódico que alguien lee en el banco de al lado mientras él juega con su hija en un parque del barrio bajo.
Me senté, aún mojada y sin vestir, a secarme al sol de la terraza mientras me tomaba el café y miraba la ciudad amanecer.
Tenía un mapa preparado. Fui a por él y lo deslicé sobre la mesa.
69 puntos, porque en uno de ellos se encontraban dos ejemplares juntos. Uno al lado del otro.
Tenía 72 horas y no pensaba dormir hasta que no me hiciera con todas aquellas copias repartidas en bibliotecas, casas, y cafés escondidos.
Señalé con círculos los horarios de cada lugar y dejé para el final el último punto en el mapa. Hubo un ejemplar con el que no pudimos dar la dirección. Sólo supimos la zona. Una zona de un kilómetro a la redonda.
Parte del cementerio, parte del hipódromo, y una extensa zona de tierra junto al desguace, que ya salía de la zona según el mapa.
Tenía que darme prisa.
Me vestí con un vestido amplio bajo el que escondí todas las herramientas necesarias para llevar a cabo mi tarea.
Tomé la mochila, y me fui.
Empezaba a iluminarse la ciudad. El sol ya era fuerte, y sin embargo un escalofrío eléctrico empezaba a recorrer mi cuerpo mientras caminaba hacia el primer punto de mi destino.
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