"Jugar y entrenar en los 'B' como forma de vida".

Me he sentado a intentar escribir(me) sobre lo que se ha convertido en mi hobbie, mi deporte, mi novio inestable, por desgracia mi trabajo, y la niña de mis ojos.

Me he sentado a escribir lo que me hace sentir que hoy haya jugado el último partido de una liga de mierda que a nadie le importa nada, en un equipo donde nadie me espera ni me necesita, y donde no pasa nada cuando yo no paso. Ni aquella, ni la otra. Donde la derrotas se sienten un minuto y las victorias, cinco. Donde nadie lleva ropa nueva. Ni zapatillas caras. Sin reconocimientos.

Pero me llena. Sería injusto decir que me hace feliz, porque muchas veces no me hace nada feliz. Al revés. Me entristece o me enerva. Pero sí me llena. Me siento viva, me desahogo, me enseño, me rompo y renazco de mis cenizas. Huyo de todo por unas horas, encuentro sentido a todo. Solo por un rato.

El baloncesto ha sido tan importante para mi estos últimos años, que decirle adiós de una manera u otra resulta tremendamente complicado. Casi imposible. Luego me iré, o empezaré con otras historias y sé que no lo echaré tanto de menos (un clavo, saca otro clavo. Nunca será igual, pero siempre pasará por mucho que digamos que no). Pero de momento, ahora... me está faltando arte para seguir escribiendo esto.

Así que aquí lo voy a dejar. Hoy, estoy un poco más triste. Como diferente. Pero conozco esta sensación, mi cerebro la tiene registrada y controla la situación. Se pasará. Como todo: Mis niñas crecerán y se olvidarán de que ganaron su primer trofeo conmigo. Las cadetes seguirán viendo mi pizarra como un libro en otro idioma. Las seniors se irán a tener hijos y vendrán otras. Mejores, con más ganas, con más cualidades. Más de muchas cosas. Pero nunca iguales. Nadie recordará, ni siquiera yo misma, que durante una etapa de mi vida fui baloncesto.



Pero el 9 me va a echar de menos. Y yo también. Hoy no me haré dura.