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| My Blueberry Nights |
Siempre supe que haría lo imposible por que pareciera un accidente. Que nadie se diera cuenta. No dejar huella. Parecía fácil, al principio. Hacerlo y esperar a que nadie reclamara la autoría.
Lo hice, y me fui. Sin más. Sin resentimientos. Sin sentimiento de culpa. Al contrario. Casi, casi, con ganas de salir volando. Por un momento sentí que los suelos se me despegaban de las suelas de mis zapatos. ¿O es al revés? Mi capucha me tapaba parte de la cara. La otra, quedaba igualmente cubierta por mi flequillo. Nadie hubiera dicho que era yo. Excepto tú, que me reconocerías en cualquier estado. Pero no estabas, de eso se trataba.
Cuanto más me alejaba de la maleza más tensa me encontraba. De repente, pensé que la humedad me nublaba las lentillas de hace no-sé-cuantos-meses. Pero eran lágrimas. ¿Puedes creerlo? Me dio pena, o alivio. O era el odio el que se estaba derramando hacia fuera. Fuera lo que fuera, ahí estaban.
Ya se sentía el olor a chamusquina. Pero yo ya estaba a buen recaudo. Había llegado al coche y, con las ventanillas bajadas y nuestro disco muy bajito, me alejaba disimuladamente para siempre. Tú ya me habías hecho desaparecer. Pero qué quieres que te diga, las locas tenemos un no-sé-qué con dejar huella. Si alguien se resiste, sacamos la pistola de tatuadoras y grabamos a fuego en vuestra piel nuestra palabra preferida.
Cuando llegaste borracho, con la bragueta bajada y medio aturdido por las drogas, pensaste que estabas flipando. Pero no, ahí estaba mi regalo de despedida. ¡Sorpresa!
Yo ya estaba a mitad camino entre nunca y para siempre. Me pareció escuchar alguna sirena. Quizás eran mis sueños, o tus pesadillas. Estaba empezando a amanecer. Como en una película barata, veía el sol salir a un lado de mí y un horizonte multicolor que me dejaba acercarme poco a poco. Como los rayos de luz que entraban por la ventana y nos despertaban con una fiesta multicolor matutina, mientras yo te abrazaba y tú te dejabas. Y escuchábamos el despertador. Pero sólo lo escuchábamos. Luego seguíamos durmiendo.
Y un día me hiciste el té.
Yo, en cambio, te hice litros de té. Y un poco de mí.

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