APARTADOS

miércoles, 15 de abril de 2015

Dormir

Hay cuatro situaciones de cama ocurriendo ahora mismo en el edificio donde vivo. Se trata de una pequeña edificación con casas que ocupan toda la planta. Son estudios amplios, luminosos. Lástima que no se pueda ver la ciudad, pues son de poca altura. Sin embargo se ve la montaña, recia, menos lejos de lo que está en realidad. Ahora ya no se ve, claro. Ni tampoco las estrellas. La bruma y las luces las esconden. Pero están. Se sienten. Hay cientos de almas encendiéndolas con pequeños encendedores que salen de la punta de sus dedos:



Cama de Jero y Marta
Hace apenas un mes que viven juntos. Ya que él se cambiaba de país por ella, ambos entendieron como lógico compartir, al menos la cama, durante un tiempo ilimitado  hasta que la cotidianidad les devolviera a lo que tuvieran que hacer durante las partes de su vida que no estaban tumbados uno al lado del otro. Ella relee Las bocas del tiempo, en honor a su autor, Galeano, que ha fallecido hace nada. Siente que podría haber hecho más por escucharle o leerle mientras estaba vivo, pero ahora ya no puede hacer nada más que guardarle recuerdo y amor. Ese amor que se siente por las personas que nunca se han conocido físicamente, pero que se creen conocer muy bien en cuestiones del vivir. Pero Jero, que ha acabado su lectura nocturna de Calvin y Hobbes, se revuelve en su sitio y acaricia de a poco el brazo de ella. Ella hace como que no nota nada, insiste en leer. Él se da la vuelta y se la queda mirando, apoyando la cabeza sobre su mano. Ella se siente demasiado expuesta como para seguir haciendo como que lee.Decide acabar la página. Él la sigue mirando y poco a poco se le va dibujando una sonrisa en los labios, casi sin querer. Como cuando te llega una postal de alguien que hace alguna broma sobre un recuerdo íntimo y no puedes evitar sonreír porque sí, también lo recuerda. Marta cierra el libro de golpe, medio aturdida porque él no deja de mirarla. Ella se acerca y le da un beso muy suave en la frente. Él se alza de un salto magistral y se pone encima de ella. Se miran y se sonríen, saben que va a empezar el primer asalto, y se mueren de ganas por pelearlo. Ella le mira con cara de pícara, y él empieza a darle besos por el cuello. Y luego va bajando, y bajando. Y de repente ya no baja. Los dos mantienen los ojos bien abiertos. 

Carla 
Carla sigue mirando el móvil. Abre y cierra la conversación con Víctor. En la que ella le ha escrito a las 15h y él lo ha leído a las 15'10 pero no ha contestado. Y lleva toda la tarde así, deambulando por la casa y mirando el móvil una y otra vez. Le ha dicho a Víctor algo importante. O tal vez no. Le ha dicho que le quiere, y que no puede evitarlo. Que le gustaría quedar para poder decirle a la cara todo lo que siente. Y que a ver si tiene un hueco para poder verla y que le cuente. Carla mendiga un pequeño hueco en la intensa-aunque-vacía vida de Víctor para decirle algo demasiado importante como para que él lo pueda valorar. Pero ella no ve, está ciega. Se acerca la hora de dormir, mira su reloj en la mesita de noche. Las 23'45. Él no se acuesta muy tarde. No va a contestar. ¿Quizás mañana? ¿Y si deja el móvil en vibración? ¿Y si deja de ser tan idiota? Le dice de repente una voz en su cabeza. Es la conciencia. Empieza a sentirse mal, y un poco humillada. Por ella misma, ya que el otro ni se ha manifestado. Ha estado conectado mucho rato, pero sin respuesta para ella. Siente que se le humedecen los ojos. Y se da la vuelta boca abajo, para llorar en silencio. No hay nada peor que sentirse estúpida, piensa Carla. No podrá dormir hoy. Es mejor que se encienda un cigarro. Pero para eso habría que levantarse. Lo siguiente que más le relajaría no le costaría ni un metro de distancia. Se mete la mano entre los pantalones de raso y roza su suave piel con su fría mano. Va a pensar en él. Otra vez. Es la única manera de tenerle.


Estela y Alba
Estela se sentía sola y le ha pedido a Alba ir a verla en una fugaz visita a la ciudad de ésta. Alba le dijo que por supuesto que sí podían verse. Ambas han comido en el chino y Alba consolaba a Estela por la repentina pérdida de un trabajo que parecía casi asegurado, la inestabilidad que vivía con su pareja, y un sinfin de tristezas que Estela tenía en la cabeza y en el corazón. Pobre Estela, pensaba Alba. Con lo que ellas dos habían sido. Tan felices, cuando vivían juntas en aquella casa horrible pero extrañamente cálida.Y solían dormir juntas. Y se abrazaban. Era una práctica que llevaron a cabo durante algunos meses, no sabían bien por qué. Cuando llegó el momento de dormir Alba le ofreció a Estela su cama, y ésta medio sonrió. Ambas se vistieron de noche y se tumbaron. Al principio las dos boca arriba, hablaban. Después, cuando se apagó la luz Estela se giró hacia su lado por ese no sé qué de la confianza. Y cuando estaba a mitad suspiro de buenas noches, notó el brazo largo y riguroso de Alba que la recogía desde atrás como si la fuera a mecer durante todo el sueño. Las dos sonreían y respiraban tranquilas. Aunque no se veían una a la otra. Hacía mucho que no dormían tan bien como aquella noche.

María 
Está escribiendo sobre su cama algunas historias cruzadas y pensando si no se ve en todas ellas, al menos un poquito. Es bastante tarde, y las teclas molestan. Rompen el silencio de la noche que no ha hecho más que empezar.Pero María vive al revés. Cuanto más rato pasa ante sus propias palabras, más despierta se siente. No quiere acostarse, le da miedo la cama. Por si la engulle y se la come. Quiere un brazo de alguien que la agarre durante toda la noche para que nadie se la lleve. Quiere un despertador que no la despierte, ni le ponga límites a sus sueños. Quiere un dispensador de Ibuprofenos, y de Vinos tintos junto a su cama. Imagina la máquina con la voz de Morgan Freeman que le ofrece pastillas o vinos según las etapas de la noche y de la vida. Como en Her.


Hay que ver lo que ocurre cada noche en un solo edificio. Los mismos que encienden las estrellas con la punta de sus dedos miran hacia abajo e intentan cazar historias con la única ayuda de sus reflejos. Intentan atrapar con una sola mano, cerrándola en un puño, cada una de las historias que se suceden en el mundo sin previo aviso. A veces, abren la mano, y ven que han atrapado una. Una pequeña y bonita historia que tiene algo de especial e inigualable. Pero que está destinada a morir. Precisamente como las estrellas. ¿No serán un mismo ser?


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