Es la ciudad inmensa,
que por las mañanas me engulle en su rojo intestino.
Me abrazo a mi misma para no evaporarme,
entre tanta gente que no tiene destino.
Ni siquiera yo sé a dónde voy,
pero aquí sigo.
Tengo un buen testigo.
Es este sol veraniego,
que ilumina cualquier rincón,
cualquier malestar.
Como que no estás.
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